embrujo masaai (22 de marzo)

la entrada de hoy la iba a escribir mirando a las estrellas. la orquesta de las cigarras de cada noche, los monos, que me parecen uno de los animales más surrealistas que existen. estoy acostumbrado a gatos, ardillas... pero que haya un animal tan grande que moviéndose con tanta agilidad, mil veces más que la de un gato, por las ramas de los árboles...

han pasado muchas cosas, porque con esta puta mierda del corona paso los días mirando vuelos, decidiendo si vuelvo o no vuelvo o a donde vuelvo o cuando vuelvo son mucho más largos por un lado, pero que tengas que cambiar tus planes de futuro contra tu voluntad porque un gilipollas se comió un pangolín, pues jode. y llevo una semana entera retorciéndome contra algo prácticamente inevitable. pero el secreto está en los detalles, los detalles importan y son esos detalles, es la manera de hacer las cosas la que puede marcar toda la diferencia. 

la verdad es que prácticamente no me acuerdo de nada de lo que pasó ayer, o en realidad fue como muchos otros días llenos cosas muy cotidianas, de coladas, de saludos y contrasaludos, de cruzarse con algún alma de cuando en cuando en este enorme campus vacío en medio del campo y sin embargo hubo algo. 

do you have a wife? 
I don’t, I’m a lonely boy

fue un guardia de seguridad, vincent, con el que a pesar de estar tratando de escapar de él durante toda la conversación, me dejó, me atrapó con ese embrujo masaai del que ya fui presa en el mercado masaai de nairobi. era algo tremendamente ancestral, algo que se tocaba por algún lado con los gitanos, algo que sobrevivía del viejo mundo en este pueblo que hasta no hace demasiado había vivido en pleno contacto con la naturaleza y sin contacto con todas esas esquinas cuadradas del mundo moderno.

por otro lado últimamente he estado haciendo hasta dos sesiones de rosa al día y sí, ahora estoy avanzando de verdad.

lo de los monos es alucinante, otro que me pasa por delante, como me salga uno del lateral de la casa me cago del susto.

avanzando de verdad hacia un lugar desconocido, bueno, aunque el título anuncia la dirección en la que va el libro y también su posible final, quien sabe, puede haber alguna sorpresa.

la verdad es que el giro que ha dado hacia las batallitas de la noche me ha cortado un poco el ritmo de una historia que hasta ahora me estaba dirigiendo hacia lugares inesperados. ana reconoce cada vez de una forma más abierto que el flechazo con su jefe no es más que un estúpido amor platónico, casi como una especie de trampa psicológica que se está haciendo a si misma para evitar involucrarse sentimentalmente de verdad con alguien y tener que afrontar todas las miserias, toda la sucia y cruda realidad de una relación de pareja.

la noche seguía llena de estrellas, el cielo estaba claro, la orquesta de grillos interpretaba su sinfonía esta noche con vitalidad, sin tregua.

es ridículo el tiempo que llevaba sin sentarme a mirarlas... ¿no fue una embrujada noche gaditana la última? con el cuerpo tan confundido por estar tomando decisiones importantes en mi vida, por estar dejándolo todo para irme a áfrica...

el trance de rosa sobre la noche con el zorro como protagonista me reveló varias cosas. la primera tenía que ver con el escritor y como, cuando las cosas fluyen bien entra en un trance, se enamora de algo que comienza a perseguir, algo que hace no pueda parar, como si fuera música africana, la misma percusión se repite una y otra vez y tienes dos opciones, verlo como una mera y estúpida repetición, o ser seducido e inevitablemente ser poseído por el trance que algunas veces es como las olas y otras sin embargo va subiendo, va avanzando hacia algo que nadie sabe lo que es, pero que algunos llaman lo místico.

la verdad es que el trance sobre la noche y esa relación fallida entre el zorro y olga de fondo en la que, como dirían los rollin, lo quería pintar todo de negro, me alegré de que se terminará. aquella larga noche daría paso a la luz del día y así poder volver a ana, que en cierta manera se ha estado escapando, escaqueando.

empleadas del banco con un enfoque, con una ilusión pueblerina por la ciudad, el embarazo de ana, un trabajo que odia, un trabajo en el que no se acaba de ver. joder son cosas que, un poco como las que me contaba ayer el masaai mientras hacia un preparado en una botella agua de plástico llena de hojas de aloe vera que llenó con el agua de un aspersor de riego, llegan.


es increíble que cuando me empezó a hablar un poco más seguido me recordó al tipo que me timó en el mercado masaai de nairobi. los masaai tienen una forma de hablar que te atrapa, que te embruja, que te hechiza, y mientras tanto vincent no dejaba de pasar fotos de sus novias en instagram.

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