Cuna de amor (18 de Marzo)

hoy está siendo un día intenso, por alguna razón me he propuesto llegar hoy a una solución sobre cual va a ser mi futuro porque un puto virus de mierda esta aterrando al mundo entero, un virus que llega en el mejor momento posible en uno de los momentos que más perdido estoy en mi vida. no pierdas la calma, bla bla bla

pero estoy perdido en el mejor sentido de la palabra, no estoy en un perdido sin esperanza, estoy en un perdido en lucha que está buscando encontrarse a si mismo, y en el que siento que estoy en el camino, cuando viene esta puta mierda.

ya me han echado de ruanda, y ahora me quieren echar directamente de áfrica con esta jodienda. volveros a casa, volveros a casa. joder, coño.

además de escribir bastante esta mañana porque no tengo a nadie con quien debatir mis ideas, es una de las cosas cojonudas que tiene estar solo, por momentos he tenido algún sentido de que estaba llegando a algo.


salir a la calle (bueno, al campo) hoy me ha sentado muy bien. después de bajarme de un autobús atestado de gente con una mujer estornudando he emprendido una búsqueda de una camiseta y un pañuelo anticorona. ha sido divertido, además he comido con anka, que me ha comentado que es chagga.

una de las partes positivas del día de hoy ha sido que estoy empezando a conectar cada vez más con rosa montero. tras la sesión golfa de ayer en la que los recuerdos que se me quedaron eran borrosos como los de una noche de borrachera, hoy he logrado meterle una sesión de tarde. entrada doble para este blog anónimo que sigue sin ver la luz y que a lo mejor, e incluso hoy mismo me atrevo a comenzar a colgar online.

es que ayer en la sesión golfa me agarró un monólogo de esos que te agarran y no te sueltan, supongo que es uno de esos arrebatos que le entran a la escritora en los que golpea el teclado furiosamente y no puede parar de escribir. descripciones verdaderamente deprimentes sobre los viejos amarillentos con sus olores a orines y a sepulcros, que a veces pueden llegar a dar en el lugar, o lugares a los que nadie quiere ir, pero en los que a veces inevitablemente nos encontramos. 

ha sido esa vejez, la de un homosexual pervertido al que le gustan los jovenzuelos, que sin embargo no parece ser tan viejo, la puerta de entrada hacia la el lado más filosófico, más escritor de rosa. es en esas diatribas cuando ves dónde está la verdadera necesidad de la escritora de desahogarse, y repito lo de necesidad, ya no se trata de la intención artística, sino de una verdadera necesidad de compartir o de explicarse a sí misma algo, o de moverse en todos esos pensamientos, esos sentimientos del mundo mágico, dónde no hay reglas, dónde todo se trata de dejarse llevar sin ningún jodido miedo.

da golpes muy originales al franquismo como el de la represión sexual de toda una época, como símbolo de la castración de todo un pueblo. habla de todos esos jefes de los años ochenta que se hicieron, se formaron dentro de una dictadura, y luego más tarde con el cambio de sistema, ven como los grandes castillos que se habían construido se desploman como una naipes, quedan vacíos rancios y anticuados.

y mientras reflexiona sobre eso comienza a profundizar cada vez mejor en todos los fantasmas que van quedando después de las rupturas en una relación.

y lo va haciendo cada vez con más estilo. un estilo que me estaba llegando muy poco al principio, pero que ha ido mejorando a medida que va avanzando la novela. ese filosofar, ese divagar en las musarañas, esas opiniones tan personales que poco importan cuanto tengan de verdad o de mentira, o como de fielmente reflejen la realidad, porque no se trata de eso. y ni siquiera ha sido eso, ha sido ese estilo un poco pasota, ese estar un poco por encima del bien y del mal, un tono que me recuerda un poco al narrador del documental de camarón, el estilo, ha sido el estilo, algo tan difícil de encontrar lo que me ha comenzado a conectar un poco más con la novela en el día de hoy.


todavía me queda la tarde por delante, ahora me toca un poco de horrible espiral mundial del corona, que me llevará a que cojones sé dónde.

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